jueves, 16 de mayo de 2013

Océano mar

Navega en un mar de sensaciones encontradas en busca de un refugio de arena calmada. La balsa en la que dificultosamente guarda el equilibrio no es más que un conglomerado de maderos entrelazados. Maderos que representan las experiencias que la propia vida se ha encargado de atar con cuerdas firmes. Hay troncos pulidos por aquellas historias que apenas dejaron huella y troncos marcados profundamente por las rugosidades de los recuerdos imborrables de un pasado que aún está presente. Por remo, un vástago retorcido que sujeta con la firmeza de aquel que sabe que en el océano del destino sólo hay sitio para las almas inmortales dispuestas a luchar por los objetivos. La orilla está lejos, pero existe. Por bandera, la de las ilusiones y los sueños por cumplir, que ondea al viento de las emociones que perturban la calma. No hay temor, el aire marino transporta mensajes de tierra firme. La sal cubre su cuerpo con escamas protectoras, coraza indestructible que se ha forjado a golpe de experiencia. Ahí está nuestro náufrago interior, capeando el temporal sin miedo, y aún cuando su ropa está desgastada por lo complicado del trayecto, ahí se mantiene en pie, como capitán de un buque imaginario que luchará contra las rocas de la incertidumbre para alcanzar la orilla de los deseos…


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