Recorre con paso silencioso el pasillo eterno de la vida... En su mano, una vela encendida con la que trata de vislumbrar su entorno, pero la luz es tenue y oscilante y distorsiona las formas de todo aquello que le rodea. Adivina una serie de puertas que flanquean el pasillo y con temor comprueba si las llaves que porta encajan en alguna de las cerraduras. Cada llave está grabada con una palabra… y en cada puerta una oportunidad. Con pulso tembloroso se dirige a la puerta más cercana y aunque la llave coincide, el miedo a lo desconocido derrota su espíritu y no acierta a girar la manilla de esa entrada a aquello que para él está reservado…
Decisión, amigo, entereza… No más temores. El miedo al fracaso no es más que la cuerda que maniata nuestro potencial y merma nuestras posibilidades. La felicidad está tras la puerta… Entra…
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