martes, 25 de junio de 2013

La Torre del Homenaje

Reflejos de aguamarinas y turquesas se extienden hasta el horizonte para fundirse en un abrazo con el azul cielo. Como en una paleta de pintor, los colores se desdibujan para volver a dibujarse en un juego pictórico indescriptible. El dúo de medias partes se encuentra detenido frente al dintel que separa el presente del pasado. Ruge el viento como premonición del mágico momento que se avecina…

Se asoma a la ventana en un intento infructuoso por acelerar el tiempo que la separa de él. La mañana está oscura y el cielo se ha vestido de gris ceremonioso para actuar como testigo del encuentro que tendrá lugar pronto. Ella mira sin ver y oye sin escuchar como, sobre la piedra mojada del patio bajo la intensa lluvia, cientos de personas se preparan con nerviosismo para un día de celebraciones. Sin embargo, ella está ausente…

El sol deslumbra sus rostros cuando deciden cruzar la puerta. Los ojos no se han adaptado aún a la oscuridad cuando él ya toma su mano con dulzura y en la penumbra la guía hacia los peldaños que los separan de un recuerdo dormido. Las paredes de piedra se impregnan de una armonía extraña compuesta por el viento, que en un juego imparable recorre las estancias, entre los ventanucos y las bóvedas, convirtiendo la torre en una flauta de colosal tamaño. A cada paso, sus corazones se acompasan en el preámbulo del despertar de historias pasadas…

Su estado de ensoñación se ve interrumpido cuando divisa en el horizonte el ondear de un estandarte. Lo identifica al instante y su corazón late con brío, mientras se recrea en el hermoso bordado que lo perfila: un sol anaranjado de hilos de oro amanece sobre una montaña nevada color perla flanqueada por dos palabras: Carpe Diem. Sonríe recordando el día en que él le demostró el verdadero significado de este lema… Él mantiene el rostro oculto tras su casco de caballero pero sus miradas se encuentran en la distancia. Serían capaces de encontrarse entre un millón de ellas…

Tras la oscuridad transitoria y la estrechez de la escalera, la estancia que los recibe se manifiesta como refugio acogedor y luminoso. Aunque no materializan el pensamiento con palabras, ambos se dan cuenta de que el lugar les es harto conocido. Se miran a los ojos y leen en ellos una historia que se desvela de repente, como el telón de un teatro que se retira descubriendo el decorado y la escena…

Una escena que funde pasado y presente. Dos historias que suceden simultáneamente, dos instantes que son uno sólo. No existe el tiempo y la piedra de las paredes permanece impasible, testigo mudo y medio imprescindible para un encuentro entre dos eras…

Él se sitúa frente a ella, que sentada en un pequeño trono de madera oscura y tapices no puede contener sus deseos de abrazarle. Está empapado por la lluvia pero no siente frío porque la mirada que ella le dedica le infunde todo el calor que su corazón necesita. Se quita el casco lentamente descubriendo un rostro iluminado por la felicidad plena. Se desprende del cinturón donde porta su espada y lo deposita en el suelo. Es la alegoría de la rendición ante la evidencia y el reconocimiento de que no hay arma más poderosa que el de las almas conectadas… Ella se alza con majestuosidad tratando de mantener la compostura, apretando entre sus manos su vestido de terciopelo en un intento inútil de encontrar estabilidad para no perder el equilibrio. Él da un paso hacia ella y con dulzura se arrodilla a sus pies, enterrando los cabellos en su falda.

“Le rindo pleitesía, Reina de las Reinas…”

Todo se detiene… Ella lo toma por los hombros y lo eleva ante sí, anhelando el refugio de su mirada… Los dos buscan mutuamente en sus ojos, ventanas del alma, aquello que desde siempre estuvo escrito… Pasado y presente, ayer y hoy, desde siempre y para siempre… Fundidos en un beso eterno viajan hacia lo inevitable…


1 comentario:

  1. Las mujeres hacen hombres las reinas..... forman los reyes.

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