martes, 11 de junio de 2013

Al Alba...

Décimo del sexto...

Abro ahora el libro de los recuerdos imborrables, de las huellas eternas, y guardo en su interior la estampa de una experiencia INOLVIDABLE, representada por un paisaje de naturaleza en calma, una roca de recuerdos y un abrazo eterno; inmensidad, sensibilidad y plenitud.

Observo esta postal de la memoria entre mis manos y siento que el tiempo se detiene en ella… porque no importa el cuándo. Puedo traslucir que tampoco existe el espacio… porque no importa el dónde. Sólo importa con quién…

Y la tinta con la que escribo este recuerdo es la tinta de las emociones, la del propio yo, que fluye en esta página de la experiencia describiendo sin palabras lo que nunca podrá ser material. Y así queda plasmado el recuerdo:

En la falda de la Naturaleza dos mitades que han vagado por el Universo de las sucesivas vidas por fin se han encontrado y se han REconocido... Y en la penumbra, frente a frente, se produce la unión...

En ese instante sólo queda lugar para la serenidad de quien tiene la certeza de que una vez rotos los límites y cruzadas las fronteras se roza las estrellas con la yema de los dedos y ya no es posible desear nada más… Lo etéreo vence a lo tangible, porque lo material es sólo el instrumento para tratar de poner medida a aquello que de por sí es infinito. Y es que no es posible encerrar el universo en la palma de la mano…

La fusión de continentes y de contenidos se cristaliza en una danza diferente, desconocida y extraña a los mortales por ser auténtica, transparente y libre. No existe espacio para la contaminación, los corazones y las miradas continúan expresándose en silencio...

Pero… ¿y ahora qué? 

Pues ahora… ahora es seguro que todo está escrito… por ello es INEVITABLE…



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